Aunque
todos los masajes tienen este fin terapéutico sobre
el organismo del individuo, existen muchas variedades
con sus peculiaridades bien definidas.
El
masaje es una técnica terapéutica en la
que se realizan diversas manipulaciones sobre la superficie
del cuerpo por medio de un sistema manual. Entre estas
manipulaciones se incluye el presionar, friccionar, amasar
deslizar, producir vibraciones y golpear suavemente, en
general mediante el tacto directo de las manos.
Puedes, además, utilizar instrumentos auxiliares
(mecánicos o no), aprovechar el movimiento activo
y pasivo de las articulaciones, y aplicar fuentes de calor
o de frío para llegar a conseguir un tono muscular
adecuado.
Desde
las épocas más remotas, el masaje ha ido
evolucionando en las diversas culturas en las que se ha
promovido su utilización terapéutica. En
la actualidad, son muchas las variantes de masajes en
uso. El New England Journal of Medicine contabilizó
al menos cien, pero casi todas ellas tienen como fin la
relajación, mejorar el funcionamiento físico,
aliviar las dolencias, aumentar el bienestar e, incluso,
desarrollar la capacidad de percepción y de conciencia.
La
inmensa mayoría de las terapias que utilizan el
masaje tienen como fin la relajación, la mejora
del funcionamiento físico, el alivio de las dolencias,
y proporcionar un aumento del bienestar en general, incluso
desarrollando aspectos psíquicos más específicos,
como la capacidad de percepción y de conciencia.
También
es muy habitual el uso de aceites para que el frotamiento
sea más agradable y fluido.
Entre
los beneficios más frecuentes que podemos obtener
a través de un masaje se encuentran:
Aumento de la relajación y disminución del
estrés. Esto también contribuye a reducir
los problemas de insomnio.
Mejor funcionamiento de la circulación sanguínea.
Estimulación del sistema glandular y, por
tanto, mayor equilibrio glandular.
Eliminación de las toxinas.
Alivio de los dolores musculares, sobre todo en
las zonas de la espalda, cuello, hombros y articulaciones.
En
un día especial, nada más oportuno que un
masaje erótico, que busca la estimulación
corporal en un sentido más sensual y/o sexual,
que buscando el alivio de un malestar físico o
psíquico.
Resulta
ideal como preámbulo y como desarrollo mismo de
las relaciones sexuales. Las sensaciones experimentadas
en un buen masaje sensual suelen ser más amplias
y gratificantes que las que se vivencian en una relación
sexual en la que la comunicación a través
de la piel se deja de lado.
Al
mismo tiempo sirve como parte del tratamiento que se utiliza
para la resolución de diversos trastornos sexuales:
falta de erección, eyaculación precoz, anorgasmia,
etc.
Existen
muchos tipos de masajes eróticos, en realidad podría
decirse que cada masaje es distinto para cada pareja.
Aunque es cierto que existen zonas erógenas concretas
en el hombre y en la mujer, ante cuya estimulación
respondemos con una mayor excitación, también
lo es el que cada persona tiene su propio e individual
sentido del placer y unas preferencias respecto al modo
de estimulación y dónde recibirla. Saber
cómo puede ser el masaje perfecto para cada uno
de nosotros supone experimentar con nuestro propio cuerpo
y con el cuerpo de nuestra pareja y, además, ampliar
al máximo la comunicación íntima
que tenemos con ella.
Conocer
qué es lo que nos gusta nos va a permitir el poder
contarlo a nuestro compañero y, por tanto, tener
una mayor probabilidad de que éste nos complazca.
Asimismo, preguntar a nuestra pareja sobre sus deseos
y sensaciones físicas, nos permitirá el
poder ofrecerle un masaje más personalizado a sus
gustos.
En
el masaje en general el objetivo es eliminar tensión
muscular, readecuar el cuerpo que, por esfuerzos físicos,
psicológicos o sociales se ha desequilibrado. En
el masaje erótico se trata por el contrario de
desequilibrar a la persona para que surja el deseo de
ir a más en la búsqueda de placer. El objetivo
es provocar una tensión libidinal que aproxima
a las personas provocando la conciencia de que les falta
algo que esta ahí, que necesita algo más
que le impulsa a avanzar acortando distancias, buscando
lo que la propia persona puede darse pero, que al ser
dado por otro eleva la sensación placentera.
Si
el masaje en general se da sobre el músculo, el
masaje erótico se da sobre los sentidos, y especialmente,
sobre las terminaciones nerviosas de la piel.
Hay partes especiales del cuerpo, las zonas erógenas,
en donde la excitabilidad es mayor. En general se llega
con más facilidad a éstas, activando las
terminaciones nerviosas en las zonas membranosas del cuerpo
como son, en hombres y en mujeres los genitales, el ano,
la boca y los labios, las fosas nasales y el vestíbulo
auditivo.
Es
necesario destacar que el glande en el varón y
la vulva, con el clítoris y el primer tercio externo
de la vagina en una zona conocida como plataforma orgásmica,
en la mujer, son especialmente sensibles. También
pueden ser sensibles otras zonas del cuerpo humano como
sus pies, las corvas, la parte interna de los muslos,
las ingles, las caderas, la espalda, los costados del
tórax, los pechos, el cuello, la nuca y los párpados.
Estas y otras partes pueden provocar sensaciones altamente
placenteras.
Sin
embargo la historia personal puede determinar otras reacciones
dependiendo de que las experiencias anteriores hayan sido
placenteras o no, o que la "educastración"
sexual que hayamos recibido nos lo permita. Así
nos podemos encontrar con personas que disfrutan enormemente
si se les toca suavemente alrededor del ombligo o si se
les da un beso húmedo en los pezones y luego se
les sopla provocando sensaciones especiales. En cambio
otras en vez de calentar motores con estas prácticas
se enfrían.
Es
preciso actuar con cautela, reconociendo las reacciones
de la persona que recibe el masaje erótico, ir
observando sus reacciones y, de acuerdo con ellas, profundizar
o modificar los estímulos.
Ahora,
sí, ya que conoces a tu pareja, empieza preparando
escogiendo el sitio, dándole el ambiente necesario
con la luz, los aromas y los colores necesarios, para
así iniciar con este masaje.
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